Malditos aniquiladores. Estúpidos imbéciles de medio metro. Canallas de cabeza sin cerebro. Malcriados de granja sin corral. Hoy va por vosotros.
Nacísteis un día cualquiera de un año del que ya no me acuerdo. Maldito fuese aquel día, con perdón. A los siete años papá os regaló un coche de bomberos. Pero vino el tío Santiago y a los doce os regaló una pistola. Crecísteis y os convertísteis en lo que ahora sois: aniquiladores. Maldigo el día en el que no os educaron. Maldigo la suerte que corristeis. Pero así fue, granujas. Crecísteis y os volvísteis el mismísimo diablo. Porque, ¿acaso el diablo no es el dueño y señor del fuego? Eso sois vosotros, dueños y señores, sin papeles en regla claro, pero os creéis que sois así. Como os odio.
No me gusta odiar, pero a veces lo hago. En casos excepcionales como este, merece la pena sacar tu propio lado malvado. Os odio, sí.
Algunos de vosotros por imprudentes. Una colilla, una maldita colilla y cientos de hectáreas quemadas. ¿Quién os mandaría fumar? Sí mata, y mucho.
Otros, por auténticos imbéciles. ¿Qué digo?. Por malcriados, por tarados y majaras de tercera clase, por estúpidos humanos con pies y cabeza, pero con una capacidad de razón nula. Esos sois los peores. La desgracia de nuestros bosques y montañas. Disfrutáis quemando, pirómanos. ¿Enfermos? Puede. Pero no me dais pena, lo siento. Es demasiado el cariño que siento por el color de la naturaleza, demasiado y muy profundo. El verde, el marrón, el amarillo... todos entrelazados son maravillosos. Pero ahora los convertís en gris y negro, en ceniza, en polvo, en nada. Hijos del diablo que disfrutáis con esto, siento decíroslo, pero me cisco en vosotros. Tiro mi poca ira hacia vuestra persona. ¿Está mal hacerlo? Puede, pero ya me da igual. Anda, con perdón, y que os den bien. Que os quemen la entrepierna, allí donde más duele, y alcanzaréis un sufrimiento parecido al que yo alcanzo cuando veo el paraíso ardiendo.
_Dant_
Nacísteis un día cualquiera de un año del que ya no me acuerdo. Maldito fuese aquel día, con perdón. A los siete años papá os regaló un coche de bomberos. Pero vino el tío Santiago y a los doce os regaló una pistola. Crecísteis y os convertísteis en lo que ahora sois: aniquiladores. Maldigo el día en el que no os educaron. Maldigo la suerte que corristeis. Pero así fue, granujas. Crecísteis y os volvísteis el mismísimo diablo. Porque, ¿acaso el diablo no es el dueño y señor del fuego? Eso sois vosotros, dueños y señores, sin papeles en regla claro, pero os creéis que sois así. Como os odio.
No me gusta odiar, pero a veces lo hago. En casos excepcionales como este, merece la pena sacar tu propio lado malvado. Os odio, sí.
Algunos de vosotros por imprudentes. Una colilla, una maldita colilla y cientos de hectáreas quemadas. ¿Quién os mandaría fumar? Sí mata, y mucho.
Otros, por auténticos imbéciles. ¿Qué digo?. Por malcriados, por tarados y majaras de tercera clase, por estúpidos humanos con pies y cabeza, pero con una capacidad de razón nula. Esos sois los peores. La desgracia de nuestros bosques y montañas. Disfrutáis quemando, pirómanos. ¿Enfermos? Puede. Pero no me dais pena, lo siento. Es demasiado el cariño que siento por el color de la naturaleza, demasiado y muy profundo. El verde, el marrón, el amarillo... todos entrelazados son maravillosos. Pero ahora los convertís en gris y negro, en ceniza, en polvo, en nada. Hijos del diablo que disfrutáis con esto, siento decíroslo, pero me cisco en vosotros. Tiro mi poca ira hacia vuestra persona. ¿Está mal hacerlo? Puede, pero ya me da igual. Anda, con perdón, y que os den bien. Que os quemen la entrepierna, allí donde más duele, y alcanzaréis un sufrimiento parecido al que yo alcanzo cuando veo el paraíso ardiendo.
_Dant_
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