Recuerdo cuando era un niño. Me encantaba pasear. Los paseos con mi abuelo formaban parte de mi vida. El ir a buscar agua a la fuente era cosa normal. Yo era feliz en aquellos tiempos en los que mi conciencia era la de un simple niño de pocos años, yo era muy feliz.
Crecí y me convertí en lo que hoy soy, un adolescente. Pasaron los años y esos paseos fueron desapareciendo. La fuente se convirtió en un recuerdo, ya pocas veces iba por allí. El tiempo había pasado sin que yo me diera cuenta. Habían pasado los años y yo había cambiado. Todo había cambiado. Aquel viejo bosque donde estaba el surtidor de agua se convirtió en un parque, en un esplendoroso parque de paseo. Yo no me reconocía, veía fotos de mi infancia y veía un pequeño niño rubio de ojos marrones. Ya nada era igual. Sólo los recuerdos y el interior de las personas.
Recuerdo, pues todavía lo vivo, que pasaba los veranos en familia. Largas estancias en cámpings de España, con alguna que otra caminata. Éramos cuatro; mis padres, mi hermano y yo; y luego se juntaron tres amigos, tres grandes amigos de los que ya nunca nos separaríamos.
Mi vida siempre ha estado ligada a un camino. Cada uno tenemos nuestro propio sendero de la vida. Debemos mimarlo y educarlo y seguirlo con precaución. Yo tomé el mío propio. Un largo sendero con muchas historias. Un camino que acarrea a sus espaldas diecisiete años de vida. Ese sendero aún le faltan huellas por marcar.
Esos recorridos de los que hoy os hablo siguieron con IAR. El sendero imaginario del que os hablo se convirtió en real. Caminé por bosques y montañas, por caminos sin final. Y me enamoré de esta tierra. De mi tierra gallega. Su belleza y melancolía entraron en mi corazón y allí se quedaron, asentando sus raíces.
Dejé, por tristes circunstancias, de acudir definitivamente a aquella antigua fuente. Fue un duro golpe. Me costó darme cuenta de que el camino sigue, pues sólo andando se puede continuar sobre él. Y aquí estoy, escribiendo este texto sin saber muy bien el por qué. Simplemente, me lo pedía el cuerpo. Y a ti doy gracias si has llegado hasta aquí. Seguramente te cueste entenderlo. Pero para mi es un pequeño tramo del camino de mi corta vida. Pero, como no, aún nos quedan muchos senderos por recorrer, caminos de piedras y caminos imaginarios que, al fin y al cabo, constituyen lo que cada uno somos, un ser ínfimo que vive una media de ochenta años en un mundo que tiene millones.
_Dant_
Crecí y me convertí en lo que hoy soy, un adolescente. Pasaron los años y esos paseos fueron desapareciendo. La fuente se convirtió en un recuerdo, ya pocas veces iba por allí. El tiempo había pasado sin que yo me diera cuenta. Habían pasado los años y yo había cambiado. Todo había cambiado. Aquel viejo bosque donde estaba el surtidor de agua se convirtió en un parque, en un esplendoroso parque de paseo. Yo no me reconocía, veía fotos de mi infancia y veía un pequeño niño rubio de ojos marrones. Ya nada era igual. Sólo los recuerdos y el interior de las personas.
Recuerdo, pues todavía lo vivo, que pasaba los veranos en familia. Largas estancias en cámpings de España, con alguna que otra caminata. Éramos cuatro; mis padres, mi hermano y yo; y luego se juntaron tres amigos, tres grandes amigos de los que ya nunca nos separaríamos.
Mi vida siempre ha estado ligada a un camino. Cada uno tenemos nuestro propio sendero de la vida. Debemos mimarlo y educarlo y seguirlo con precaución. Yo tomé el mío propio. Un largo sendero con muchas historias. Un camino que acarrea a sus espaldas diecisiete años de vida. Ese sendero aún le faltan huellas por marcar.
Esos recorridos de los que hoy os hablo siguieron con IAR. El sendero imaginario del que os hablo se convirtió en real. Caminé por bosques y montañas, por caminos sin final. Y me enamoré de esta tierra. De mi tierra gallega. Su belleza y melancolía entraron en mi corazón y allí se quedaron, asentando sus raíces.
Dejé, por tristes circunstancias, de acudir definitivamente a aquella antigua fuente. Fue un duro golpe. Me costó darme cuenta de que el camino sigue, pues sólo andando se puede continuar sobre él. Y aquí estoy, escribiendo este texto sin saber muy bien el por qué. Simplemente, me lo pedía el cuerpo. Y a ti doy gracias si has llegado hasta aquí. Seguramente te cueste entenderlo. Pero para mi es un pequeño tramo del camino de mi corta vida. Pero, como no, aún nos quedan muchos senderos por recorrer, caminos de piedras y caminos imaginarios que, al fin y al cabo, constituyen lo que cada uno somos, un ser ínfimo que vive una media de ochenta años en un mundo que tiene millones.
_Dant_
2 Haz click aquí para poner tu comentario:
Importante es cada piedra en el camino, cada paso que se da, importante es el instante compartido con un abuelo, con tu padre, con tu amigo, porque ese mismo instante no se va a repetir; caminar por el sendero es VIVIR y VIVIR es nuestra más auténtica misión en esta Tierra que tiene tantos millones de años, pero que sin nuestro instante vital nunca sería la misma.
Juan, el senderista.
He leido tu nostalgica reflexión sobre un momento especial que ha marcado tu infancia. Eres un afortunado de poder guardar en la memoria momentos tan bonitos,momentos como ese y otros que seguramente iras recordando con el tiempo, nos hacen tal especiales como luego somos. Estás en una etapade la vida que muchas veces crea confusión. Es una etapa dificil donde se tienen muchas luchas internas, donde no siempre te sientes comprendido, donde te sientes solo, donde parece que nadie es capaz de entenderte. Es un momento por el que todos hemos pasado. Y yo recuerdo el mio, no con nostalgia, deseando que esa etapa pasara lo más pronto posible. Lo que no recuerdo bien es si para hacerme mayor, y tener más seguridad en mi misma o simplemente para no sentirme tan confusa e insegura.
Tu tienes " buenos mimbres " como decia mi abuelo, y serás un adulto estupendo.
Recordando la canción de Serrat: caminante no hay camino, se hace camino al andar. Cada uno elige y decide el camino que quiere. Seguro que el tuyo será muy acertado.
Un saludo.
Carlota
--------
_____________
Publicar un comentario